A principios de abril, la Organización Mundial de la Salud publicó una serie de recomendaciones respecto al uso de mascarillas fuera de los recintos hospitalarios, a partir de evidencia que sugiere que su uso ayuda a limitar la propagación del COVID-19. Acto seguido, los gobiernos de distintos países adoptaron su uso como parte de las medidas con las cuales se está intentando combatir la pandemia, en muchos casos con carácter de obligatoriedad en los espacios públicos, en especial aquellos en los que la congregación de personas es más factible, como en el transporte. Así, una parte importante de la población mundial transita con el rostro semicubierto. ¿Qué impacto tiene esto en los sistemas de reconocimiento facial?
Desde el el Ministerio de Justicia y Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, que administra el la Red Integral de Monitoreo, equipada con tecnología de reconocimiento facial, aseguran que están “optimizando el software para abarcar tapabocas en la identificación”. Como explica Gabriel Zurdo, experto en seguridad informática consultado por Perfil “la tendencia será que ese porcentaje de fallas o de falsos positivos podrían aumentar”. Cabe recordar que un hombre estuvo seis días preso tras ser erróneamente identificado por el sistema de reconocimiento facial argentino.
Al peligro de los falsos positivos se suman los perversos incentivos que hacen de la crisis una oportunidad perfecta para proveer tecnosolucionismos. Mientras que en Estados Unidos una compañía clama poder reconocer efectivamente el rostro de una persona con una imagen de tan solo 110×110 de pixeles, en Puerto Rico ya hay una empresa intentando comercializar una cámara térmica dotada con reconocimiento facial, con aplicaciones muy poco claras. Ya comentábamos hace algunos días sobre la aplicación para pacientes de COVID-19 presentada por el gobierno panameño, que utiliza reconocimiento facial como forma de identificación.
Por su parte, empresas como Apple han hecho modificaciones al sistema operativo del iPhone para optimizar el desbloqueo con el rostro cubierto y ya hay quien está fabricando mascarillas transparentes, con el mismo fin. Todas estos son indicadores respecto del tipo de discusiones y peleas que vendrán una vez superada la crisis. Porque la pandemia va a terminar, pero la tecnología y sus implementaciones queda . Y con ella, la intención de abusarla con fines de control y vigilancia desproporcionada.